Tema: La Muerte
Estaba en un bar del Bajo, una madrugada del verano de 1985, cerca ya del amanecer, y alguien preguntó:
— ¿Leyó el Nunca Más?1
La voz pertenecía a un anciano que tomaba cerveza en otra mesa. Tenía un cuaderno abierto delante de él. Había estado escribiendo, usaba lentes de vidrios gruesos y parecía tener dificultades para descifrar sus propias anotaciones. Se dirigía a mí, no había nadie más en el bar. Dijo:
— Registran 8.960 desaparecidos 1), hombres, mujeres y chicos, casi nueve mil, pero seguramente son muchos más y es probable que jamás se sepa la cifra real.
Yo asentí sin hacer comentarios. El anciano preguntó:
— ¿Qué le dice ese número? ¿Sería capaz de imaginar 9.000 pares de zapatos?
— No — contesté —, creo que no podría.
Se concentró unos minutos en su cuaderno y volvió a hablar:
— ¿Sería capaz de imaginar 9.000 cuerpos? Quiero decir: todos juntos.
Dudé:
— Tal vez pueda imaginarme una concentración de 9.000 personas en una plaza, en la calle, en una cancha de fútbol, pero no de otro modo.
— Estuve haciendo algunos cálculos. Trate de pensar en 9.000 cuerpos acostados en el suelo, uno a continuación de otro, la cabeza de uno contra los pies del siguiente: ¿tiene idea de qué distancia podrían llegar a cubrir?
— No.
— Colocamos el primer cuerpo justo en la entrada de la Casa de Gobierno, a partir de los dos granaderos, y desde ahí, hacia el oeste, todos los demás, y siempre la cabeza de uno contra los pies del siguiente: ¿sabe hasta dónde llegaríamos?
— No lo sé.
— Sígame en el recorrido.
Asentí.
— Después de los granaderos atravesamos Plaza de Mayo, bordeamos el monumento de Belgrano, la pirámide, los canteros floridos, pasamos ante la Catedral, ante el Cabildo, tomamos por Avenida de Mayo, y siempre la cabeza de uno contra los pies del siguiente, ¿prefiere que vayamos por la vereda de los números pares o impares?
— Lo que usted diga.
— Dejamos atrás la Municipalidad, Perú, algunas librerías, el Café Tortoni, hoteles, alcanzamos la 9 de Julio, ¿me sigue?
— Lo sigo.
— Cruzamos la plazoleta con las dos figuras femeninas que simbolizan la Virtud y la Sabiduría, al fondo está el Obelisco, del otro lado el grotesco monumento del Quijote, más hoteles, restaurantes, quioscos de diarios, recorremos las últimas cuadras de la Avenida de Mayo, nos metemos en la plaza, el monumento de Moreno a la izquierda, el teatro Liceo a la derecha, el Pensador de Rodin, la fuente, las palomas, el edificio del Congreso, la Confitería del Molino, seguimos por Rivadavia y siempre la cabeza de uno contra los pies del siguiente, ¿me está acompañando?
— Lo acompaño.
— El Café de los Angelitos, negocios, negocios, negocios, avenida Pueyrredón, la recova y su aspecto de mercado persa, Plaza Miserere, Loria, Medrano, la confitería Las Violetas, bancos, inmobiliarias, agencias de automotores, escuelas, señales de una ciudad civilizada, avenida La Plata, Parque Rivadavia, el monumento a Bolívar, avenida José María Moreno, pizzerías, negocios, negocios, y siempre la cabeza de uno contra los pies del siguiente, ¿me sigue?
— Lo sigo.
— Estación Primera Junta, las rejas de la terminal del subterráneo, la avenida que se convierte en doble mano, los edificios de departamentos más espaciados, Donato Álvarez, Boyacá, llevamos recorridas unas sesenta cuadras, alcanzamos Plaza Flores, la vieja iglesia, Nazca, mueblerías, casas de antigüedades, los barrios tranquilos que se desgranan a ambos costados de la avenida, las vías del ferrocarril que se divisan a cien metros, y siempre la cabeza de uno contra los pies del que sigue, ¿los está viendo?
— Los veo.
— Cruzamos Segurola, estamos a la altura del ocho mil quinientos de Rivadavia, sigue una serie de calles de nombres gratos, Virgilio, Dante, Víctor Hugo, Manzoni, Leopardi, Moliere, Byron, rápidamente llegamos al once mil seiscientos, la última cuadra antes de la General Paz, se nos acabó la Capital y podríamos seguir del otro lado, por la provincia, y siempre la cabeza de uno contra los pies del otro, ¿me estuvo siguiendo?
— Lo estuve siguiendo.
— Ese trayecto y un largo tramo más es lo que se podría cubrir con 9.000 cuerpos.
El anciano calló, se inclinó sobre el cuaderno y volvió a sus cálculos. Amanecía, las fachadas de los edificios se iluminaban arriba y las calles se iban poblando poco a poco.
- El texto fue escrito con la primera edición del Nunca más. Posteriormente se determinó que los desaparecidos por la dictadura militar llegaban a 30.000.↵