Sonnets of the Gold Tooth
The city, at seven in the morning, had not lost that air
of an old house that cities take on at night; the streets
were like long hallways, the plazas like inner courtyards.
— Jorge Luis Borges, “The South” (Fictions)
I
To Andrea and Juan
Someone is running naked down the frigid hallways
of a derelict hotel with no stars. Beautiful
beside him, a jeweled rattlesnake uncoils,
red saliva glistening as it shows its fangs.
From the transom of the tiny window raised
above Room 301, come knocking sharp knuckles,
a fog of sweet cigarette smoke, and from Babel
the faraway echoes of lost radio waves.
The knocks return. Become restless. A drunken
tapping of high heels reveal an unwelcomed visitor.
Biting her lips is the surprise of a platinum blonde.
Someone signs the guestbook: Sinbad the Assassin.
Someone’s forked tongue licks the stain of desire.
Someone no one expected is in Room 301.
7/15/92
Granada
II
Rescatada de un bello naufragio de sirenas,
ahora inclina los altos pechos narcotizados
sobre una línea de cristal. Dos nebros dados
ruedan y suman siete. Y mira a quien apenas
recuerda, a una sombra que mueve sus melenas
bailando en un desierto de papeles pintados.
Nadie sabe los nombres de los recién llegados.
Una lámpara oscila sobre las copas llenas.
Por la espalda otra sombra se le acerca y le alarga
la luz intermitente de una sorda linterna
que ha sellado su cita con ocultos navíos.
Corre la cremallera de un cielo añil de sarga
y reconoce el rostro de quien en la galerna
largo un cabo de plata para sus labios fríos.
7/19/92
II
Rescued from a beautiful shipwreck of mermaids
she is now leaning her narcotized breasts against
an edge of clear crystal. Two black dice
tumble and stop to roll seven. And she gazes
at a man she barely remembers, a shadow who shakes
its mane in a desert of wallpaper and dance.
No one knows the names of those who just
arrived. A light swings above their full glasses.
Behind her another shadow approaches and lengthens
the intermittent light of a dim lantern
that has sealed its rendezvous with hidden ships.
The zipper races indigo, willows a heaven,
and she recognizes the face of the man in a fierce galerna
wind who once threw a lifeline toward her frozen lips.
7/19/92
III
A Juan Medina, que guarda bajo llave
el negativo de la sombra de un tango.
No supo nadie, nadie de qué sueño tenía
los ojos la mujer que se paró elegante
bajo la lluvia. Sola. Que se quedó delante
de la estatua sin rostro de una plaza vacía.
No supo nadie cómo su corazón latía
mientras se deslizaba por su brazo aquel guante
de raso gris. La llave brilló por un instante.
Nadie la vio mirando esa fotografía
en que un hombre triste tocado por la luna
regresa de la caza y baja de aquel coche.
Nadie la vio arrojando al fuego al cazador.
Nadie la vio salir. Nadie sintió la una.
Nadie la vio perderse en medio de la noche.
Y a los lejos ladraban los perros del amor.
7/27/92
Granada
III
To Juan Medina, who kept the negative
of a tango’s shadow under lock and key.
Nobody knew, nobody, of what dream her
eyes were kept, the woman who stopped, elegant
in the rain. And alone. She lingered in front
of a faceless statue in an empty square.
Nobody could possibly know how her heart
beat as the gray satin glove slipped
from her arm. The key shimmered for a moment.
Nobody saw her looking at that picture
in which a tragic man, touched by the moon,
comes back from the hunt and steps from the car.
Nobody saw her throw the hunter into the fire.
Nobody saw her leave. Nobody felt the clock strike one.
Nobody saw her vanish into the dark.
And the dogs of love kept barking from afar.
7/27/92
Granada
IV
A M. M.
La llaman Sherezade. A la desmemoriada
que ha salido del lago, a la que lleva un diente
de oro entre los pechos, a la que de repente
mira el reloj y siente que cada campanada
da una vuelta de llave a la esquina rosada
donde brilla la verja del laberinto. Siente
que ya no parpadea la nítida serpiente
de neón. Y la larga, lentísima zancada
de la noche la cubre con un chal de rocío
en el que está bordada la rosa de los vientos.
Mira el reloj de nuevo. Y es de Nuevo el estrago
que le cruza la espalda como un escalofrío.
La llaman Sherezade. Ha olvidado los cuentos.
Sabe que los llevaba cuando salió del lago.
8/10/92
Granada
IV
To M. M.
They call her Scheherazade. She who is forgetful,
who rises from the lake, she, who between
her breasts wears a gold tooth, she who suddenly
watches the clock, and at each strike she feels
in the pink street corner, the turn of a key where sparkles
the iron grillwork of the labyrinth.
She feels a clarity of the sleek serpent’s neon
no longer blinking. And the night’s long, gradual
stride covers her with a shawl of dew on which
a compass rose of winds is sown.
She looks at the clock again. And again the devastation
travels up her naked back like a shiver.
They call her Scheherazade. The stories she has forgotten.
She knows that when she leaves the lake she’ll remember them.
8/10/92
Granada
V
A Eva y Fernando
Al salir de la curva la lluvia se hizo lenta,
viscosa, impenetrable como una gelatina.
Delante de los faros una sombra felina
agitaba un pañuelo. Al fin sube, se sienta
junto a unos ojos tristes. Por el camino cuenta
que burló al centinela de la negra sentina.
Llegan, entran, se miran. Luces de parafina.
Al fondo, en un espejo, se agita la tormenta.
El de los ojos tristes pone en una bandeja
tres copas escarchadas de un licor amarillo.
Luego extiende en la plata tres regueros de coca.
Y la sombra felina lo besa y, a la oreja,
— Ya no vendrá — le dice. Y le brilla un colmillo
y le pide silencio con un dedo en la boca.
9/18/92
Granada
V
To Eva and Fernando
Out of the hairpin turn the rain becomes viscous,
slow, impenetrable like gelatin.
Before the headlights her shadow is feline,
waving a handkerchief. At last she sits
beside his two sad eyes. Along the way, she says
she tricked the lookout of the black bilge’s den.
They arrive, they enter, they witness. Lights of paraffin.
In back, in a mirror, a tempest agitates.
The man with sad eyes places on a platter
three frosty cups of a yellow liquor.
Later, across the silver he lays out three snowy tracks.
And her feline shadow kisses him, and in his ear,
whispers — he’ll not be coming back. And a fang shimmers
as she tells him tell no one with a finger to her lips.
9/18/92
Granada
VI
Sobre el vaho del vientre, cruzando su cintura,
con una letra pálida — esa mano, otra mano,
la que lleva el anillo, de rubio Americano
manchada —, ya se enciende la bella tachadura
que le afila el deseo: es nítida escritura,
secreta dentellada, es noche de un verano,
es el ángulo oscuro donde suena un piano,
es el brillo en la sombra de una perla futura.
Tachaduras que suben por el hombro de aquella
mujer que se incorpora en el hondo diván
junto a un acuario. Y fuma. Y es rara en esa esquina.
El hombre de las doce le señala una estrella
que sangra de un disparo. Luego los dos huirán.
Y mirarán el sueño de asesino a asesina.
6/26/93
Granada
VI
On the vapor of her belly, across her waist,
in pale handwriting — that hand, then the other hand,
the one that wears the ring, stained by American
contraband smokes —, the gorgeous erasure that sharpens
desire has been lit: it is neat penmanship, a secret
snap of the jaws, it is night one summer, it is the sound
of a piano playing from a dark corner, it is the shine
within the shadow of a treasure that awaits.
Erasures rise through the woman’s shoulder
as she sits up straight in the deep divan
beside the aquarium. She smokes. She looks strange in that corner.
The man of midnight draws her attention to a star
that’s bleeding from a gunshot. Later, they will run
away and see the dream of one assassin to another.
6/26/93
Granada
VII
A Elena C.
Sale por la ventana del bar una canción
que cuenta de prisiones, de unos labios y un día.
Y siente que en sus labios la noche se le enfría
y aprieta en el bolsillo un negro escorpión.
Ha vuelto de la islas. La luz del callejón
es la misma que, entonces, fatal, le sonreía.
(Y el mismo el que la mira pasar, el viejo espía
de la brasa en los dedos y del trago de ron,
que sale de las sombras y entra en la cabina
junto al embarcadero.) Por entre la neblina
adivina el farol que chilla en la portada
donde “El Diente de Oro” destella. En alta mar
se eleva una bengala. De pronto, al disparar,
ve los labios traidores huir en desbandada.
7/13/93
Granada
VII
To Elena C.
Coming from the window of the bar, a tune
speaks of prisons, of a day and someone’s lips.
And he feels upon his lips the night’s chill,
and in his pocket he squeezes a black scorpion.
He’s back from the islands. The light of the narrow lane,
fatal ever since then, has made him smile.
(And in the same alley he sees her pass, an old
spy with burning ember in hand and a swallow of rum,
who steps from the shadows to enter
the phone booth beside the pier.) The fog suggests
a streetlight screaming across the neon sign
where “The Gold Tooth” glows. A signal flare
rises at high sea. As it flashes, he sees
her lips, traitorous and fleeing in confusion.
VIII
A Rebeca Arce
Al fin todos se fueron. Encima de la mesa
los restos de una timba de siglos invernales,
de noches sin piedad. Cuatro cartas iguales
aún brillan en las manos de la joven princesa
que ganó la partida, llegada por sorpresa,
grabadas en su vientre las bellas iniciales.
Todos menos la sombra que toca en los cristales
y salta la baranda y penetra en la espesa
humareda del cuarto menguante de esa luna.
La sombra que le muerde los pechos y aventura
una mano encendida bajo el lamé del tanga.
La sombra que reclama su parte de fortuna
y le pone delante de los ojos la oscura
soledad del espejo que guardaba en la manga.
8/10/93
Granada
VIII
To Rebeca Arce
At last, everyone left. On the table the leftovers
of a poker game of invernal ages,
of nights without piety. Four of a kind still flashes
in the young princess’s fingers
who won the hand, an unexpected arrival carved
upon her belly in beautiful initials.
Everyone except the shadow who touches the window panes
to leap from the banister and puncture
the thick smoke around a waning quarter moon.
The shadow who once nuzzled her breasts
and ventured a burning hand beneath lamé panties.
The shadow who reclaimed his share of the fortune
placed before his eyes the dark loneliness
of a mirror he kept hidden up his sleeve.
8/10/93
Granada
IX
Como una mancha de licor, sobre la alfombra,
se derrama el cabello de la mujer que mira
a un blanco pedestal. Le parece mentira
que pasaran sus ojos como cruza una sombra,
veloz, por un espejo. Tic-tac. Y suenan las
campanadas de un miedo metálico de inviernos,
de secretos tachados en trágicos cuadernos
que hallaron al entrar. Nadie supo jamás
por qué llamó indicando que buscaran (en vano)
en otro laberinto de blancos pedestales
al escultor que — dijo — huyó con su destino.
Luego, al abrir la carta que apretaba en la mano,
encontraron el mapa sin puntos cardinales
donde ríe una máscara que señala un camino.
12/9/93
Granada
IX
Like a liquor stain on the carpet, hair
spilling over of the woman who sees
a white pedestal. How incredible it seems,
their eyes passing through a mirror
quick as a shadow. Tick-tock. And a fear
strikes in the bells of metallic winters,
of secrets crossed-out in tragic diaries
they found when they entered. Nobody ever
knew why she asked them (in vain) to search
the other labyrinth of white pedestals
for the sculptor who — she said — fled with his fate.
Later, upon opening the letter she clutched
in her hand, they found the map without cardinal
points where a laughing mask pointed the way.
12/9/93
Granada
X
Han pasado los años. Un teléfono suena
por helados pasillos. Bajo el agua, entre brumas,
ella detiene el dedo que busca otras espumas.
Abre los ojos. Duda. No merece la pena
contestar. Al fin sale. De pronto, en los espejos,
ve resbalar un cuerpo desnudo, ve pasar
unas huellas mojadas … Por el auricular
llega una voz que tiembla como un astro a lo lejos.
— Conté los pasos, trece, marcados, hacia un norte,
con hielo de tus labios … — Por el balcón abierto
un viento ya olvidado le alerta los pezones.
— Cuenta otra vez — responde —; si pulsas el resorte
se te abrirán eternos mi piel y mi desierto:
y, al fondo, mi tesoro, con sus escorpiones …
7/14/94
Granada
X
Years have gone by. A telephone is ringing
down the frozen hallways. Between mists underwater
her fingers stop searching for that other lather.
She opens her eyes. She wonders. Answering
can’t be worth it. Yet she leaves the bath. Seen slipping
across the surface is her nude body in a mirror
as are her tracks of wet footprints … On the phone receiver
comes a voice like a distant star trembling.
— Thirteen paces I counted, marked leading to the north,
where there was ice on your lips … —From the open balcony,
hardening her nipples is a long-forgotten wind.
— Count them again — she says —; if you push the doorbell, forever
open for you will be my desert and my skin:
and beneath it all, my treasure, and its scorpions …
7/14/94
Granada
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