Cohabitan el verano y el invierno.
Los pecados no pueden sino arder
en minúsculos segundos,
una tocata y fuga de luciérnagas
y apocalipsis
en un vaso de brisas y de cigarras.
Los pecados que se hunden en la nieve
para acallar sus huellas
y derrapan sobre curvas de hielo
en las que el humo deja
maravillas geométricas.
Y en medio de la vida y de la muerte,
tú
que desbordas todo lo que existe
primavera, verano, otoño, invierno,
como la lluvia
todas las estaciones.
Tú lo contemplas todo
y todo te contempla.