1892 | virtudes domésticas
soñé que tejía infinitas
hileras de crochet
que no formaban nada
— Vamos,
ya ven
no nos pone obstáculos
el paisaje vacío.
mis hijos andaban
por el campo desierto
con incompletos vestidos
sin ninguna puntilla
— Los hombres
y el viejo deseo
de llegar más al sur,
su padre no debía
traernos tan lejos.
copiaba a crochet
el inútil
fluir de mi tristeza
— No se entretengan.
Sigan a su madre,
a su flautista de Hamelin
con los pies doloridos.
Yo les canto
hasta que lleguemos
al pueblo.
en el sueño
no esperaba a mi marido
ni por las noches destejía
— Nos vamos sin él
pero no lloren.
Corramos
más rápidos que el viento
sobre la tierra plana.
el sencillo
mecanismo de la aguja
la esperanza de volver
a la casa de mis padres
— Ya sé.
Están cansados
pero que no nos alcance
no dejen
que los alce y los lleve
de vuelta.
Sola y a pie
desando el camino.
Todavía cae
la tierra
que levantó su caballo.
¿Se podrá
convertir la tristeza
en virtudes domésticas?